Obra: Un sueño azul para morir, de Haffe Serulle.
La mujer:
Nos conocimos cuando
el sol se detuvo en los primeros peldaños del alba. Ya el siglo había alcanzado
su madurez. Por entonces, yo no conocía la palabra muerte porque a mi pido solo
llegaban canciones y mensajes de amor. ¡Hasta las piedras se amaban! Se amaban
as rocas y se amaban las hojas que adornaban los pastos. La pubertad me
sorprendió a su lado. Como todas las partes de mi cuerpo crecieron en busca del
sol, él se asombraba al verme. En mi se despertó un raro deseo de navegar a la
deriva, pero junto a él. A veces, lo veía pasar por mi lado como un fantasma.
Siempre me pareció irreal. Sus gestos, su forma de moverse, su cara pintada de
infancia... Y luego su voz. ¡Qué dulce era su voz! ¡Cuánta armonía en cada
palabra suya!¡Y cuanta ingenuidad! "¿Quieres probar el sabor de los sueños
que fabrica mi boca?", me dijo una noche, tras una densa lluvia. Temblé de
pura emoción. Sentí el amor expandirse por mis huesos. Mi sangre, cual agua hirviente,
se desbordó. Fui presa de los signos ocultos del amor. Entonces se presentaron
ante mí las sombras del misterio.
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