El Inventario Teatral de Nicaragua
Por Francisco del Valle.
Una historia completa del teatro en Nicaragua, tanto en su devenir
literario como en sus representaciones escénicas, es la que recientemente ha
publicado la Biblioteca del Banco Central de Nicaragua y que lleva como firma
de trabajo la del investigador de nuestra cultura, Jorge Eduardo Arellano. Obra
necesaria a estas alturas de nuestra historia, que viene a ordenar de una
manera sistemática toda la producción de nuestros dramaturgos y de los
numerosos grupos teatrales que a través del tiempo han llevado al público de
nuestro país las mejores producciones en ese género literario.
Claramente desglosados en cada una
de sus partes, los temas de la materia teatral se nos ofrecen en una
visión panorámica que nos permite conocer el nacimiento y desarrollo de los autores,
sus obras y los diversos movimientos que estuvieron vinculados a tan importante
actividad.
Pero el libro es polémico, y no
deja de plantear ciertas inquietudes: la ausencia de una tradición teatral en
Nicaragua, lo incipiente de nuestra dramaturgia, los esfuerzos por la
profesionalización del actor, la lucha por la consecución economica para el
montaje de la obra, la inexistencia de una academia de teatro, etc. Todas esas
inquietudes y más las plantea el libro, y nos obliga a hacer un balance de esta
labor fundamental para el enriquecimiento de la cultura de un pueblo como es el
teatro.
Hacia 1964 el dramaturgo nicaragüense Rolando Steiner escribía una
llamada de atención sobre el arte escénico en nuestro país y al mismo tiempo
lanzaba esta pregunta: ¿Hubo una vez teatro en Nicaragua?. Steiner no se
responde con una negativa categórica pero deja entrever por las diversas
opiniones que expresa su deseo de hacerlo, para continuar preguntándose líneas
más adelante:
¿Qué pasa con
el teatm nicaragüense? ¿Dejaremos en el tiempo, lo poco o mucho realizado en
beneficio de este difícil pero necesario arte para limitamos a recordar
efímeros triunfos alcanzados en años anteriores? Creemos que el teatro, la
verdadera tradición teatral, se forma cada día, y no basta la buena voluntad
anímica sino el pequeño sacrificio diario, la conciencia del valor y del
esfuerzo que significa colaborar al buen desarrollo teatral en Nicaragua, en
forma permanente y digna.
Según lo expuesto, Steiner (uno de los más valiosos dramaturgos
del teatro contemporáneo en Nicaragua) se refería en esta oportunidad a la
labor activa de los grupos teatrales que durante la década de los 60
consolidaban sus representaciones; mas, apuntando al teatro como creación
literaria (y es en ese sentido en el que expresó una de sus más fuertes
críticas), en entrevista concedida a Emma Fonseca diez años más tarde, responde
de una manera tajante: "Nicaragua, un país sin tradición teatral".
Steiner, abordando el teatro como puesta en escena tiene en dicha entrevista
palabras de reconocimiento para el esfuerzo grupal que esa actividad conlleva:
"Todo esfuerzo escénico de los grupos teatrales merece mi aplauso,
independientemente de los méritos o defectos de las puestas en escena";
refiriéndose a los autores dramáticos, y tomando el hilo histórico desde sus
mas lejanos orígenes ubicados en el pasado prehispánico, señalaba:
La aparición
de El Guegüense en el siglo XVII dio a Nicaragua el privilegio de ser la cuna
del arte teatral latinoamericano; sorprende, sin embargo, el hecho de que esta
extraordinaria producción popular no promoviera un movimiento teatral
trascendente y definido en Nicaragua.
Y es esa doble vertiente, el teatro como creación literaria y el
teatro como representación escénica la que pone de manifiesto de una manera
evidente en el libro de Arellano el contraste entre la opaca y débil presencia
de nuestra dramaturgia en relación al esplendor de actividad escénica que desde
la segunda mitad del siglo 19 se venía realizando en Nicaragua.
1. EL TEATRO COMO LITERATURA DRAMATICA
El teatro como literatura dramática en Nicaragua tuvo muy
inciertos comienzos ("el teatro y sus intentos", los llama Arellano
en su Panorama de la literatura nicaragüense), muchas de cuyas iniciales
ejemplificaciones se han definitivamente perdido. Este Inventario que Arellano
ahora nos presenta está dividido en 4 partes: 1 "Las raíces (Siglo
XVI-XIX)". 11 "Los altibajos de una tradición" (1900-1950). III
"La época de oro" (1951-1978) y IV "Entre la euforia y el
deterioro" (1979-1987). El autor comienza por introducirnos a la obra
estudiando las raíces de nuestro teatro desde los antecedentes prehispánicos
hasta finales del siglo XIX, basándose para dicha indagación en los testimonios
de los diversos Cronistas de Indias que fueron protagonistas y estudiosos de la
época; y continúa con la exposición del "teatro misionero", realizado
por el sector religioso encargado de la difusión y conversión de los indígenas
a la fe de España. Hay que mencionar en este aparte las populares y representadas
loas y "logas" que, además de difundir el catolicismo, tenían como
objetivo la enseñanza del idioma castellano. Aparece más tarde la pieza El
Guegüense, escrita a finales del siglo XVII, de autor desconocido, que
constituye la producción más importante de nuestro teatro colonial y es a una
de las cuales se le ha dedicado mayor número de estudios por parte de los
investigadores del tema.
El Gücgücnsc, cl primer personaje
de la literatura nicaragüense y seguramente también uno de los primeros de la
literatura popular de Hispanoamérica,
escribe en un
ensayo sobre esta obra el poeta Pablo Antonio Cuadra, y añade, en relación a su
idiosincracia humana y sicológica:
El Güegüense, a pesar de nacer en
el momento inicial de nuestro mestizaje cultural, ya resume, en forma caricaturvsca y
satírica, todas las características que hemos venido anotando como propias de
nicaragüa
es decir: la picardía, desconfianza, las mañas para abrirse paso
en la vida, la sorna y la aventura, el lenguaje de doble sentido, la sonrisa
irónica que finalmente se torna en procacidad. "Es un personaje que el
pueblo lleva en la sangre", concluye Cuadra.
Pero es hasta mediados del siglo XIX que se publican las primeras
obras de autores nicaragüenses, debidas a Francisco Quiñones Sunsín, con El
sitio de la Rochela y El quebrado ganacioso de Miguel Larreynaga, puesta en
escena en Guatemala y El Salvador antes de 1850. Continúan la labor anterior
"Las candidaturas", obra de Luciano Hernández, publicada en León en
1874;Alemania y Nicaragua, de autor anónimo leonés, 1877, y que por su
problemática social podría considerarse —según apunta Arellano— como "uno
de los textos precursores del teatro documental latinoamericano del siglo
XX". Cierran el capítulo del teatro nicaragüense en ese siglo los
siguientes autores: Rubén Darío, quien escribió dos obras de teatro de las
cuales ninguna se ha conservado: Cada oveja con s upareja y Manuel Acuña (1886);
dramas y comedias de Procopio Vado y Zurrizana, Román Mayorga Rivas, Pedro
Ortíz, y las entusiastas aportaciones al género hechas por los granadinos
Manuel Blas Sáenz y Carlos A. García.
Ya en el
siglo XX, en publicaciones coincidentes con la renovación del teatro generada
por el Movimiento de Vanguardia en 1931, es la obra de Hernán Robleto la que —a
juicio del historiador— "encabeza y culmina la lista de nuestros primeros
dramaturgos", adquiriendo un lugar de relevancia en nuestro panorama
teatral con sus primeras obras: La rosa del paraiso (1920) El milagro (1921), La señorita que arrojó el antifaz (1928),
apareciendo con beligerancia política en "Pájaros del Norte", en la
que destaca su mensaje antiintervencioni sta y ofreciéndonos en 1946 su madurez
creativa con la publicación de sus Tres Dramas, los cuales constituyen "su
mayor contrubución al género y a la línea vernácula que cultivaba", según
apunta el autor de este censo teatral.
Con
la aparición hacia 1930 del Movimiento de Vanguardia en la literatura
nicaragüense, el teatro recibe en su seno la influencia de las más avanzadas
corrientes de la hora en Europa, sobre todo del teatro español, marcándose en
esa época tres de las obras más importantes de nuestro teatro: Chinfonía
Burguesa (1931) de José Coronel Urtecho y Joaquín Pasos; Por los caminos van
los campesinos (1937) de Pablo Antonio Cuadra (valorada por el crítico
guatemalteco Carlos Solórzano como "una de las piezas más representativas
del teatro contemporáneo de Hispanoamérica") y La novia de Tola (1939) del
poeta rivense Alberto Ordóñez Arguello, y la cual, según Arellano, es
"nuestra mejor comedia después de El Güegüense".
Ya en la década de los sesenta y continuando la trayectoria del
Movimiento de Vanguardia escriben sus obras para el teatro Enrique Fernández
Morales, Rolando Steiner y Alberto Ycaza, quienes empleando modernas técnicas
teatrales pueblan sus obras con personajes que actúan movidos por una sorda
angustia existencial en situaciones de tensa conflictualidad humana; Horacio
Peña y Octavio Robleto, este último con incursiones al teatro lúdico e infantil
originado en las leyendas y tradiciones de nuestro rico folklore.
Posteriormente
a los citados, entre los nuevos autores que la úl tima década (1979-1989) han
hecho incursiones en dicho género literario y que en estos años han reafirmado
su vocación de escritores para el teatro con obras publicadas en los diversos
medios de información, se registran en el Inventario, para un recuento hasta la
fecha de nuestro panorama escénico, los nombres de Alan Bolt, Isidro Rodríguez
Silva, Jesús Miguel Blandón, Alfredo Valessi y Jaime Alberdi.
Cabe hacer un llamado en esta sección para que se publiquen varias
obras inéditas de autores nicaragüenses que todavia no han visto luz. Entre
estas podríamos citar las pertenecientes a los siguientes autores: Hernán
Robleto, Enrique Fernández Morales, dos trabajos de Fernando Silva, uno de
Roberto Sánchez y la obra escrita en México, en 1956, por Alfredo Valessi,
conservada en archivos bajo el título de La trampa del hambre.
11. EL TEATRO COMO REPRESENTACION ESCENICA
El
teatro como representaci ón escénica es tratado por Arellano en esta obra con
un gran acopio de datos, juicios, ilustraciones y un buen nutrido grupo de
memorialistas de apoyo, ya sean de carácter bibliográfico como Berta Buitrago,
Falcinelli Graciozi y Pio Bolaños para el estudio de los espectáculos en
Nicaragua durante la segunda mitad del siglo 19, o de carácter informativo por
medio de acercamientos y consultas entre los mismos miembros de los diferentes
grupos escénicos que trataban de conformarse en 1950.
Inicia
esta sección por me dio de una exposición histórica de los espectáculos
aborígenes que se realizaban en nuestro país a raíz de la Conquista y que
fueron descritos y clasificados por Fernández de Oviedo y Daniel G. Briton en
su época; de esta manera, Briton clasifica los espectáculos aborígenes en cinco
formas representativas: 1) Danzas sencillas 2) Danzas con cantos 3) Danzas con
recitaciones en prosa 4) Recitaciones con música de un sólo actor 5) Dramas
completos con música, ballet, diálogos y trajes; pero Arellano nos aclara puntualizando
algunos detalles referidos a esta clasificación:
Mas sólo las tres primeras
expresiones, que unían la diversión y el deleite rítmico, fueron propiamente
indígenas: de concepción y ejecución prehispánicas. Las dos restantes se dieron
como consecuencia del mestizaje una vez implantado el imperio español,
puntualiza Arellano.
Pero tendrían que sucederse casi cuatro siglos —desde las antiguas
y rituales presentaciones indígenas y las subsecuentes del teatro misionero—
para que las primeras compañías de teatro hicieran su aparición en Nicaragua,
cuando tiempo atrás las capitales de Guatemala y El Salvador ya gozaban de
dichas veladas y espectáculos.
Una de las primeras compañías arribadas al país y de la que se
tiene noticia por medio del testimonio de Squier en su obra Nicaragua: sus
gentes, paisajes, es la llegada a León a mediados de 1949, consignando el
cronista las siguientes impresiones:
La ciudadania de 1.0ón rindió
entonces las gracias a la Compañía del Sr. Pedro Serrate, tras concluir una
lucrativa temporada. Es digno de hacer notar que el público no se vio, como en
otros casos, en la dura necesidad de tener que escuchar diálogos indecentes en perjuicio de la
moral y del buen gusto, ni de abstenerse de asistir.
Esta impresión de Squier es importante señalarla, ya que, como
también observa Arellano párrafos más adelante para aclarar dicha situación:
"Pero, con mayor frecuencia, venían compañías de titiriteros y circos
bautizados por el pueblo con el genérico nombre de 'maromas', y en respuesta al
ambiente creado por ellas —cuyas exhibiciones resul taban ocasionalmente
obscenas— los leoneses habían impulsado su propia actividad teatral".
Adjunto a los testimonios un poco pesimistas de Squier, Arellano recoge sobre
la época los de Julius Froebel (más laudatorios) y los de Mariano Barreto, en
sus referencias a la creación de un teatro criollo consignadas en su obra:
Recuerdos históricos de Chichigalpa, Corinto, Chinandega y León. (1921).
Mientras tanto, en Masaya se inicia en 1859 la integración de la
"Compañía Dramática de Aficionados" (todos sus componentes eran
naturales del país) que en la fiesta de San Jerónimo —según consta en la Gaceta
Oficial, septiembre del mismo año— había puesto en escena piezas españolas de
autores clásicos y especialmente románticos. Entre las obras representadas por
esta compañía en Masaya, figuraban: La vida es sueño, de Calderón de la Barca,
cuatro piezas de José Zorrilla y dos pertenecientes a los dramaturgos
peninsulares Luis Coello y Pedro Sabater. También Granada inauguraba sus
representaciones por medio de la Compañía dramática "Estrada", que en
1861 ponía en carteleras la celebrada tragedia "El Trovador", del
gaditano Antonio García Gutiérrez.
Siempre en
Granada, en 1870 se presentan varias adaptaciones de Moliere hechas por un
músico de Cuiscoma, D. Marcelo Lacayo Rodado, compositor y violinista, las
cuales fueron escenificadas por una compañía de jóvenes actores aficionados.
Con la llegada de la Compañía "Blen" en 1875 (de
precedencia española) las representaciones teatrales adquirieron un mayor grado
de calidad y profesionalismo en Nicaragua; esta compañía trabajó tanto en León
como en Granada y durante esos años de actividad llevó a las tablas un nutrido
repertorio formado por obras de Calderón, Zorrilla y José de Echegaray; más
tarde, en 1884, se inician actividades de la Compañía de Francisco M. Flores,
quienes entre León y Granada pusieron en escena obras del siempre aplaudido
Echegaray y Ventura de la Vega.
Shakespeare
en el Teatro Municipalde León/ 1885
La
construcción del Teatro Municipal de León (1855) hizo posible que por primera
vez se contara en el país con un edificio apropiado para llevar a escena todas
las actividades del género en la época (compañías musicales, teatrales o de
variedades), llegando el momento de mayor reto y calidad en su repertorio con
la presentación de dos obras de Shakespeare: Romeo y Julieta y Otelo,
interpretadas por el trágico italiano Luis Roncoroni, quien además presentó las
versiones teatrales de las novelas de Victor Hugo, El Conde de Montecristo y
Los miserables.
José de
Echegaray y el Teatro de Granada/ 1889
La ciudad de Granada, a instancias de la primacía leonesa por los
felices resultados en obtener su propio teatro, también inició la construcción
del suyo, siendo este entregado e inaugurado en noviembre de 1889; su
repertorio estuvo formado principalmente por los dramas de Echegaray (quien
posteriormente recibió el Premio Nobel de Literatura en 1904) y representaba
también en sus escenarios a compañías musicales como la del colombiano D.
Eduardo Unda, que montó la zarzuela La Gran Via, de Felipe Pérez y González, y
que al final de la temporada terminó por darle nombre a una esquina de la
ciudad.
Managua/ Teatro
"Castaño"/ 1896 y Teatro "Variedades"
También Managua, hacia 1986, logró construir su local propio para
las representaciones teatrales que el público capitalino ya demandaba; en 1896,
se inaugura el teatro "Castaño" con la zarzuela La Marina, de Emilio
Arrieta;
también se
inauguró en 1905 el teatro "Variedades", cuyos empresarios se
especializaron en el género musical, presentando óperas, operetas, espectáculos
dancisticos y sirviendo también de asiento a las diversas compañías de teatro
que visitaban el país, como la Compañía Española de María Guerrero y la de
Mercedes Navarro y Andrés Chávez, calificadas como compañías de teatro
universal. Tanto el teatro "Castaño" así como el
"Varieades" fueron destruidos por el terremoto de 1931.
Siglo zW/ Instituciones y grupos /
Representaciones
Siguiendo
el desglose histórico del inventario, es Hernán Robleto quien abre la primera
brecha en el espectáculo escénico del siglo XX en Nicaragua, fundando la
"Compañía Dramática Nacional" (1921), dedicada exclusivamente al
teatro, siguiéndole en la apertura de actividades la "Compañía de Comedias
Nacionales" de los Hnos. Arana, en León (1934), la Compañía
"Encanto" de Paco García, en Granada, 1935, y la "Comedia del
Arte" de Adán Castillo, también en Granada, en 1939.
Tanto Adán Castillo como los hermanos Arana eran devotos
admiradores del dramaturgo español Jacinto Benavente, de quien pusieron en
escena el mayor número de obras; como actores se destacaron en esa época, Gabry
Rivas y Titina Leal, dedicándole a ella el siguiente comentario el también
actor Roger Bien:
Titina Inal —heredera artística de
la Compañía Blen— era una actriz que, con su calidad interpretativa, deleitaba
a los públicos de América tanto en la declamación como en el teatro y en el
cine.
El autor termina
la revisión de esta década citando la presentación de un fragmento de la pieza
de Shakespeare Julio César, realizada por un grupo de actores juveniles y
estudiantes dirigidos por José Coronel Urtecho en el Colegio Centroamérica,
1943.
La época de oro: 1951-1978
Después de exponer las diversas razones de naturaleza económica
que hicieron posible el auge y florecimiento de la actividad teatral en
Nicaragua durante esos años ("el proceso de modernización capitalista que
experimentoóel país desde los años 50"), Arellano nos informa en esta
recapitulación investigativa de todos los grupos, actores y directores que
hicieron posible esta etapa fructífera, plena de pasión y entusiasmo (acaso
irrepefible) que tuvo lugar en el país durante los veinte años transcurridos
entre 1951 y 1978. Debido a la gran cantidad de datos e informaciones que el
autor registra, seremos bastante escuetos en esta parte de la reseña
consignando sólo los grupos, actores y directores más destacados y que por su
huella en el quehacer teatral forman parte sustancial de esa época.
Teatro Experimental de Bellas
Artes/ TEBA
Constituido
alrededor de la Escuela de Bellas Artes dirigi da en ese entonces por D.
Rodrigo Peñalba, este grupo inicia en Nicaragua (1955) el movimiento del teatro
rigurosamente moderno en el arte de la representación escénica; tuvo entre sus
más destacados directores al nicaragüense Alfredo Valessi, y allí se inició
como actor uno de nuestros actuales directores, que fiel a su vocación, ha
persistido por tantos años: Jaime Alberdi.
Teatro
Experimental de Managua/ TEM
Este grupo se conformó teniendo como principal promotora artística
a Gladys Ramírez de Espinoza (actriz y crítica de teatro en los diarios del
país), siendo secundada cn su tarea por Adelita Pellas de Solórzano, Tina
Benard de Chamorro, Mimf Hammer y Gloria Pereira de Belli, actrices que le
dieron al grupo, con la puesta en escena de La casa de Bernarda Alba, un alto
grado de madurez interpretativa y cuya representación Arellano cataloga como
"un mojón en la historia del arte teatral de Nicaragua". El TEM
realizó actividades bajo diversos directores, consiguiendo las mejores
expresiones de crítica las obras dirigidas por Tacho Sánchez, quien llevó a
escena Esquina Peligrosa de J. B. Priesley y La zorra y las uvas de Guillermo
Figueiredo.
Henry Rivas y "Las manos de
Eurídice"/ 1955
En el año de 1955 (21 de octubre) y en el Teatro
"Margot" de Managua, el actor nicaragüense Henry Rivas interpretaba,
con lleno de público, la obra Las manos de Eurídice, monólogo del dramaturgo
brasileño Peter Bloch. Con esta presentación iniciaba una serie de actuaciones
que constituyeron la más alta y ejemplar escuela de actores que se podía tener
en el país y que le dieron a Rivas el prestigio de una crítica especializada
que lo catalogaba como el mejor actor de la historia escénica en Nicaragua.
Posteriormente, con La Historia del Zoo (1967), Henry Rivas confirmó sus dotes
de singular actor y su ya maduro y calificado prefesionalismo.
Mimí
Hammer: De "Sketch" a "La mujer deshabitada" (1955-1986)
Hacia 1955 también hacía aparición una de las mejores actrices de
la escena en Nicaragua: Mimí Hammer. Desde su inicial actuación en Sketch pasando por 1.0 esposa
constante", La esquina peligrosa, La casa de Bernardo Alba y Luz de gas—
hasta La mujer deshabitada, Mimf Hammer ha logrado imponer (debido a su calidad
interpretativa y a sus recursos dramáticos) la imagen de una actriz completa
formada por un trabajo incesante durante más de tres décadas en nuestro
panorama escénico.
Teatro Experimental Universitario
/ TEU (León, 1961)
En León,
desarrollando una actividad paralela a la formación de los grupos iniciales de
Managua, se inicia en la UNAN el movimiento del "Teatro Experimental
Universitario" (TEU), que con tó con la partici pación de dos directores:
Ricardo Quinteros, de nacionalidad argentina, que puso la obra La importancia
de ser ladrón. Y Jaime Alberdi, quien alcanzó un éxito sin precedentes con el
TEU al montar la obra Escorial, de Michel de Ghelderode. Posteriormente,
Alberto Icaza, dirigiendo el teatro de la UNAN, obtuvo en Costa Rica en 1968 el
premio al mejor grupo con la presentación de su obra Asesinato Frustrado,
montando dos años más tarde la obra Las manos de Dios del dramaturgo
guatemalteco Carlos Solórzano.
Teatro Arena Nicaragüense (TAN)
—Las Máscaras— Atelier "Rubén Darío"
El
"Teatro Arena Nicaragüense", creado alrededor de 1963 en Managua por
el director Tacho Sánchez, contribuye también a la escena montando dos obras
que merecieron el reconocimiento de premios a nivel centroamericano en su
tiempo; estas obras fueron, dirigidas por el teatrista citado: Montserrat, de
Emmanuel Robles y Días sin fin, de Eugene O'neill. —Dos grupos que completan la
actividad teatral de esos años son: Las Máscaras y el Atelier Rubén Darío,
dirigidos respectivamente por César Sobrevalls y Alberto Icaza, destacándose
este último por el montaje de obras pertenecientes a Chejov, Christofer Fry,
Arrabal y Tenesse Williams.
Socorro Bonilla Castellón/ La "Comedia Nacional de
Nicaragua"/ 1965
En este
"Inventario" se le dedica un capítulo especial a Socorro Bonilla Castellón,
quien con su disciplina, en arte y su trayectoria didáctica ha contribuido a
mantener vivo el interés por el teatro en nuestro país. Graduada en la Cátedra
"Tirso de Molina" en Madrid y estudiando bajo la dirección de
Alejandro Casona y Enrique Llovet, Socorro Bonilla Castellón logró una de las
mejores formaciones académicas como actriz, profesora y directora en el arte
escénico. En 1965 funda la "Comedia Nacional de Nicaragua" que ha
llevado a las tablas, entre otras, las siguientes obras: Los árboles mueren de
pie, de Casona; Los verdes campos del Eden, de Antonio Gala, y el trabajo
colectivo de mayor ambición realizado con éxito: Antígona, de Jean Anouhil. En
la actualidad, es el único grupo de esa época que se mantiene (en 1989) con
notoria acitividad.
Teatro Estudio de la Universidad
Centro americana/ TEUCA (1967)
Otro grupo teatral que desplegó sus actividades en 1967 es en
TEUCA, de la Universidad Centroamericana, dirigido inicialmente por Gilbert
Iglesias
más tarde por
Mario González Gramajo, ellos pusieron en escena obras de Chejov, Alfonso
Sastre, Perrault, Ezio D'Erico y la obra Qué honorable familia, de Roberto
Sánchez, "el primer intento de teatro de protesta en Nicaragua' según apunta Arellano en este capítulo.
Teatro
Experimental de Granada (TEG) /
Teatro Experimental de Boaco (TEB)
También en Granada y Boaco se formaron dos grupos importantes que
contribuyeron a la actividad teatral y a la difusión de la nueva sensibilidad
literaria y escénica en dichas ciudades; se trata del "Teatro Experimental
de Granada" (1963). Dirigido por Enrique Fernández Morales y del
"Teatro Experimental de Boaco" (1955-1975), alentado principalmente
por el "Grupo U" y por su más entusiasta mentor, el poeta Armando
Incer. Estos grupos llevaron a la escena obras de Sartre, Pirandello, Lorca,
los Hnos. Alvarez Quintero y otras de autores nacionales como las
pertenecientes a Rolando Steiner y Ordóñez Argüello.
1979-1989/
"Taller de Teatro Justo Rufino Garay"; "Teatro de Cámara' "TEM" y la "Comedia Nacional de Nicaragua'
En este
último capítulo el autor historia la actividad realizada por los diversos
grupos teatrales durante los últimos años, o sea, los pertenecientes al período
de gobierno revolucionario. Sus conclusiones, no muy optimistas en lo referente
al desarrollo e implementación del teatro en Nicaragua, son enmarcadas como un
tiempo que va "de la euforia al deterioro". De todos los grupos y
ensayos que durante estos años se han realizado, Arellano destaca el valor escénico
y la esforzada trayectoria y permanencia del movimiento de actores "Justo
Rufino Garay", dirigidos por la mexicana Lucero Millán; consigna las
recientes presentaciones del "Teatro de Cámara", de Jaime Alberdi del
"TEM", de Gladys Ramfrez de Espinoza, y alienta el trabajo de la
"Comedia Nacional", siempre en tenaz lucha de superación teatral en
el ambiente bajo la dirección de Socorro Bonilla Castellón.
Este
Inventario teatral, prácticamente imprescindible para cualquier teatrista o
persona interesada en el tema, es una historia del teatro en Nicaragua,
completa y necesaria, que faltaba en el proceso de la cultura nicaragüense.
Es importante mencionar en sus escritos quién fue el ganador como mejor actor de Nicaragua el Guguense y Junior de Plata otorgado por la Prensa, Actuó en Esquina Peligrosa y en muchas obras de teatro, en la Película La Llamada de la Muerte, Etc, Para su información ese Actor es Gilbert Yglesias Quesadade nacionalidad costarricense , un gran actor que se lució en los años sesenta en el Teatro Experimental y otros, un Actor olvidado, mencionado Ya en los años sesenta, es imprescindible mencionar la extraordinaria labor de Rodrigo Peñalba, al frente de la Escuela de Bellas Artes, conceptualizando un verdadero centro de promoción y difusión de las artes, en particular la plástica, la música y el teatro. Con la fundación de su pequeña sala de teatro y del Teatro Experimental TEBA, aglutinó a lo más destacado de la escena nicaragüense de la época, desde donde emergieron nuevas figuras y otras consagradas como, Esperanza Román, Tacho Sánchez, Armando Urbina, Miriam Hebé, Gilbert Iglesias, Tina Benard de Chamorro, Jaime Alberdi, Alfredo Valessi, Pina del Carmen, Francisco de Asís Fernández, Sucre Frech, Luis Robleto Gallo, Evelyn Martínez, Mimí Hammer, y Socorro Bonilla Castellón, fundadora de la Comedia Nacional de Nicaragua, abriendo el espacio de una nueva generación de actores y actrices como Erasmo Alizaga, Mayra Bonilla, Marina Obregón y Aníbal Almanza.
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