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Monólogo de Laurencia

Laurencia
                                        (La dama del olivar, Tirso de molina)


¿Qué hacéis aquí maricones,
Hombres sólo en apariencia,
En conversación infame,
Que no sentís vuestra afrenta?
Gallinas, y aun no gallinas,
Pues ya saben volver estas
Los picos contra el milano
Que sus polluelos les lleva.
¿Qué pastor hay tan cobarde
Que con gritos, hondas, piedras,
No libre del lobo vil
 la ya acometida oveja?
Una hormiga, si la quitan
El grano que avara encierra,
Muerde atrevida al contrario.
Un mosquito se sustenta
de la sangre de un león,
y hasta la más torpe abeja
acomete vengativa
a quien roba sus colmenas.
Pues, gallinas, el milano
Se atreve a las pollas tiernas
De vuestro lugar y casa
¿y no vengáis vuestra ofensa?
El lobo bárbaro os roba,
Villanos una cordera
Delante de vuestros ojos
¿y le dejáis ir con ella?
Volved, hormigas cobardes,
Por la agostada cosecha
Del honor que os han quitado
De un traidor las insolencias.
Aún menos sois que mosquitos,
Pues ninguno hay que se  atreva
A sacar sangre afrentosa
A quien derrama la vuestra.
Mas, pues vuestra cobardía
Llevar los panales deja,
Del colmenar de la fama
Zánganos sois, que no abejas.
No os llaméis hombres, cobardes;
Ceñid al lado las ruecas,
Pues no sabéis ceñir armas
Más que para la apariencia.
Si como sabéis guardar
 las espadas que las vean
desnudas contra tiranos
guardarais las hijas vuestras
No la violara la injuria;
Mas si las espadas vuestras
Son vírgenes, mal podréis
Defender tantas doncellas.
¡Que a vuestros ojos un hombre
Haga torpe y loca presa
En una frágil mujer,
en una vecina vuestra!
¡Qué os lleve con ella la honra,
Y que no tengáis vergüenza
de vivir y no vengaros!
¡Qué este de aquesa manera
Conversando unos con otros
Como si en paces o fiestas,
Contárades las hazañas
que emprendisteis en la guerra!
Diez leguas de Zaragoza
 Vivís, y la gente de ella
Son espejos de las armas
Blasones de la nobleza.
¿Cómo se os pega tan poco,
Decid gente Aragonesa?
¿Por qué afrentáis vuestra pata
Afeminadas en ella?
Si no sois para vengaros
Llamad las mujeres vuestras,
Pedidlas que os desagravien,
Quejaos llorosos en ellas
Y mientras se armen valientes
Y la aguja en lanza truecan,
El acero por las galas
Las espadas por las ruecas
 Quedaos en casa vosotros.
Hilad, barred, viles hembras;
Jabonad y haced colada,
Que aunque las hagáis, yo estoy cierta
Que no sacareis las manchas
Que en vuestra honra el agravio echa,
Si no es  con sangre enemiga
Que es la más eficaz greda.
¿Callad? ¿No venís?
Más ¿para qué? No os den pena
Injurias de vuestros hijos,
Comprad tropas y muñecas;
Jugad, niños; que es razón
Que mientras viva Laurencia
Ella tomara venganza.
¡Vive Dios! Que en vuestra afrenta
Ha de mudar, gente vil,
El traje y naturaleza,
Porque os enseñe hacer hombres,
Siéndolo vuestra Laurencia.
Bandos hay en Aragón;
Volviéndome bandolera,
No he de dejar hombre a vida.
¡Guárdese de mí mi tierra!
Que en vosotros los primeros
He de vengar mis ofensas,
Y vestidos de mujeres
Sacaros a la venganza.
El que hombre fuere, mis agravios sienta.
¡Al arma! ¡Don Guillen, serranos, muera!

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